Es así como este técnico en electricidad y mantenimiento, quien desde hace más de 20 años labora en la industria petrolera, actualmente como Supervisor de Soldadura para la empresa Z&P en Ciudad Ojeda, prácticamente se “clona” para cumplir con sus otros oficios, pues lo podemos ver como taxista, cortando monte, cuidando cuatro casas de amigos, lavando aires acondicionados, armando cercos eléctricos y por si fuera poco, ayuda a su esposa Roselyn que es repostera a vender tortas y sopas los fines de semana.
Y todo esto lo hace siempre con una gran carga de buen humor, ese típico del zuliano que a donde llega hace reir hasta al más amargado, pues según afirma “hay que dejar de lado la queja y para eso el buen humor ayuda”.
Pablo reconoce que hacer todo esto es muy agotador, pero el amor que siente por sus dos hijos Santiago y Daniel, además de la fuerte convicción de mantener a su familia unida para que nos les falte nada, le dan esa dosis de energía para seguir adelante.
Un aprendizaje
En el año 2017 Hernández junto a su hermana Ysdaly salió del país, al igual que ya lo habían hecho muchos familiares y amigos, formando parte de la migración más preparada que se ha diseminado por el mundo, en busca del bienestar que ya su país no les da. “Yo considero que ese fue uno de los años más duros para el país.
Había mucha escasez, tenías el dinero pero no podías comprar nada. Hice las averiguaciones necesarias para ver a dónde podía irme y en ese momento Perú fue la elección”.
En Perú, pero con el corazón en Venezuela
Afortunadamente sus conocimientos y experiencia en el área de electricidad y soldadura, le facilitaron las cosas a Pablo, quien en menos de una semana ya tenía trabajo, al igual que su hermana.
Durante ocho meses estuvo en territorio Inca, pero “me sentía como si estuviera preso. Mi cuerpo en Perú y mi mente en Venezuela, pensando en tantas cosas.
Todas las noche lloraba extrañando a mi familia: mis hijos, esposa, mi mamá, mi padre que estaba vivo y mi otra hermana y sobrinos”.
El sacrificio no valió la pena
“Amanecer junto a mis hijos no lo cambio ni por un millón de dólares”
Pero esta experiencia le hizo ver a Pablo, que muchos de sus paisanos y compañeros de trabajo, luego de culminar la jornada, se dedicaban a vender dulces, café o chocolates en los autobuses o en los semáforos, cosa que no hacían en su tierra porque les daba vergüenza, pero lejos de ella les tocó, para poder subsistir.
“Esto me hizo pensar que al regresar a Venezuela, tomando en cuenta toda situación económica de la que me hablaba mi familia, tenía que llegar a trabajar como inmigrante pero dentro del país.
Es así como todos los días salgo a trabajar agradecido por amanecer con mis hijos y verlos sonreir. Eso no lo cambio ni por un millón de dólares”.
Sobrevivir en el Zulia
Pero con la emoción de regresar a su terruño junto a sus quereres, Pablo recibió un gran impacto desde que entró por el estado Táchira al ver todo tan deteriorado, sin embargo era mayor la ilusión de llegar a su tierra para recibir ese anhelado abrazo familiar, pero también lo abrazó el terrible problema de la falta de gasolina, los apagones de 20 horas, las fallas en el suministro de agua o en las comunicaciones y se volvió una odisea encontrar una bombona de gas en menos de 60$.
La resiliencia, el mayor aprendizaje
Es en estas situaciones cuando se pone de manifiesto esa resiliencia que caracteriza al venezolano, que siempre busca salir al paso a las adversidades, es así como según palabras de Pablo “la situación te obliga a inventar” y esa inventiva lo ha llevado a: crear un sistema para el llenado de un tanque para que no falte el agua en su casa, viendo videos en Youtube tomó ideas para hacer una aire acondicionado con hielo, la batería del carro y un ventilador, hizo una cocina a leña, entre otros inventos en los que trabaja todas las veces que sea necesario. También ayuda a su esposa Roselyn en la venta de postres y los domingos ofrecen sopa.
Para salir adelante lo que hace falta es trabajar
Hacer este recuento lleva a nuestro invitado de hoy a recomendar a los jóvenes que están en busca de un futuro dentro o fuera de nuestras fronteras, que se preparen en algún oficio, pues hoy más que nunca la mano de obra calificada es muy valorada, porque para salir adelante “lo que hace falta es trabajar”.
Asi es mi gordo, una historia bastante conmovedora, sigue adelante pablo que DIOS es grande , poderoso y misericordioso.
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